Maite Llosa: «Las cualidades organolépticas de Agua Fuensanta son muy sutiles, pero se manifiestan en el plato».

¿Por qué es imprescindible tener agua de Fuensanta en La Reguerina?

Porque quiero ofrecer a mi clientela productos de nuestra tierra de la máxima calidad y en este sentido, el agua de Fuensanta satisface todas mis expectativas, pues aúna calidad contrastada con un diseño de botella de vidrio atractivo, fresco y elegante.

 

¿Cómo notas la diferencia entre cocinar con agua mineral natural y cualquier otro tipo de agua?

Cocinar con agua mineral natural me aporta varias ventajas como son una mineralización adecuada que me evita sorpresas durante la cocción, ausencia de cloro y la seguridad de que sus virtudes se mantienen constantes en el tiempo. Sus cualidades organolépticas son muy sutiles, pero se manifiestan en el plato.

 

¿Cuál es la seña de identidad de tu cocina?

Tradición renovada, frescura, máxima calidad de la materia prima y mucho mimo y paciencia en su elaboración. Para comer bien, no se precisan rarezas ni alardes exóticos; menos es más. No me llevo bien con la pomposidad y la grandilocuencia, soy autodidacta y me gustan las soluciones sencillas, sin alardes que no sabría manejar. Tengo un local y una carta pequeños, que de otro modo no podría abarcar.

 

Cuéntanos algo de tu vinculación a la restauración, ¿desde cuándo trabajas en cocina? ¿Es algo vocacional?

No es vocacional, si por tal, se entiende aquello que yo siempre quise hacer, pero lo vivo y disfruto con pasión, pues la cocina me resulta tremendamente creativa. Me crié pegada a las faldas de mi madre, Teté, mientras guisaba los platos habituales de la zona en los últimos 30 años del siglo pasado, a partir de las materias primas que mi padre (Llosa, como le conocían por ahí) se encargaba de aportar a la cocina: productos hortícolas de cosecha propia, carnes de caza de la región y pescados que en su gran mayoría, procedían de la rula de Lastres y de los pescadores lugareños. Eso me permitió familiarizarme con la cocina y apreciar la importancia de la materia prima cercana y la bondad de la sencillez y un modo pausado de hacer, que se va perdiendo con el tiempo. Aunque al llegar a la mayoría de edad alcé el vuelo para desarrollar actividades empresariales de otra índole, en 2004, por avatares de la vida y tras la jubilación de mi madre, me propuse retornar a mis orígenes y continuar con la saga familiar en el ámbito de la restauración; no en vano, antes que mi madre, ya mi abuela Consuelo y bisabuela maternas regentaron un pequeño bar-tienda en esta misma casa, en el que no faltaban los cocidos tradicionales. Desde entonces, trabajo más que de sol a sol, pero disfruto cada día de lo mucho que aprendo cocinando y ofreciéndoselo a los demás. A pesar del esfuerzo, me siento feliz de trabajar en esto y aquí. Mi única pretensión, es vivir de cocinar cada día un poco mejor.

 

 

¿Cuál es la receta que más te gusta cocinar?

No tengo ninguna en particular; me fascinan las infinitas posibilidades de los arroces, los pescados y mariscos a la plancha, y algunos guisos que aprecio realizar al calor de la cocina de leña que aún mantengo en pleno uso y me resulta imprescindible para muchos de mis potajes.

 

¿Qué es lo que más te gusta que te diga un cliente satisfecho?

«Muchas gracias, volveré.» Que un cliente te dé sinceramente las gracias después de haber pagado la cuenta, es una demostración de su satisfacción que me llena de orgullo por el trabajo realizado, tanto por mi parte, como del equipo -Pepi y Nacho- que día a día comparte esfuerzos conmigo.

 

¿Crees que en Asturias se defiende lo suficiente la cocina tradicional?

Creo que hay un cierto resurgir del gusto por la cocina de nuestros ancestros, que se manifiesta en el interés por recuperar recetas y productos ya casi olvidados y en la búsqueda de esos atributos que la caracterizaban: la frescura de los productos locales y el aprecio por los sabores que asociamos a nuestro entorno, sin renunciar por ello a la renovación, a la exploración de nuevas combinaciones y sensaciones. También se corre el peligro de la banalización por el deseo de aprovechar ese pulso nostálgico, para producir una cocina franquiciada que ofrece unos platos acordes con un decorado de cartón piedra, en un intento de imitar los modelos de antaño que chirrían por su evidente falsedad. Y ello no ocurre únicamente en el ámbito de la cocina tradicional, pues tengo la sensación de que, impulsados por el afán de modernidad, en la gastronomía en general, a veces se presta más atención a la retórica y el emplatado, cuando no a la cantidad, que a la calidad y cualidad de lo servido. Pero en todo caso, soy optimista y creo que estamos en un buen momento, aunque hay que trabajarlo mucho.

 

¿Crees que está suficientemente reconocido el papel de la mujer en la gastronomía?

No sé de quién es la responsabilidad de que las mujeres no tengamos un papel más protagonista en el escenario de la gastronomía mediática, pero observo que poco a poco, los medios se hacen eco de las muchas mujeres que llevan la restauración al nivel de los grandes cocineros. Elena Lucas, Elena Arzak o María Solivellas, son buenos ejemplos de ello. A mí, el reconocimiento que más me interesa es el de mis clientes y es la ilusión por la que lucho cada día.

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